1. Al haber sido filtrado para eliminar el suero de la leche tiene menos cantidad de azúcar.
2. Tiene el doble de proteína (comparado con un yogur tradicional) lo que explica esa textura más gruesa y cremosa. El hecho de que, al tomarlo, aumente la sensación de saciedad. Este yogur se convierte en un óptimo tentempié para evitar el picoteo entre horas.
3. Contiene menos lactosa por lo que se evitan las consecuencias negativas que en algunas personas tiene ese componente. Así se mejora la apariencia del vientre plano y se evita la hinchazón.
4. Tiene menos sodio y menos carbohidratos.
5. Aporta más calcio y potasio, señala Leticia Carrera.
6. Tiene un alto contenido en probióticos y, por lo tanto, aporta beneficios digestivos y fortalece el sistema inmune. Como el yogur normal, es un alimento probiótico, lleva bacterias beneficiosas para nuestra flora intestinal.
7. Si te decantas por la versión entera, como ocurre con los yogures tradicionales, aportarás a tu dieta más vitaminas liposolubles como la A y la D. Si te gustan los lácteos (que no son imprescindibles en una dieta saludable), es mejor optar por la versión entera. El yogur griego es una buena opción por su mayor contenido en proteínas. Pero no olvides tener en cuenta otro detalle: su elaboración incluye parte de nata láctea, por lo que tiene más grasas que el resto de yogures.
8. Las versiones desnatadas, que se consiguen añadiendo leche en polvo y proteínas de la leche, son especialmente proteicas y perfectas para todos los seguidores de dietas de adelgazamiento o de choque, ya que además tienen con un alto poder saciante.
Teniendo en cuenta todo esto, entendemos el porqué de la presencia de este alimento en la dieta de cualquier mujer moderna que quiera mantener la línea y cuidar su salud.
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